Este es el último paso para poder llevar adelante nuestra huerta. Luego que ya tenemos diseñada la huerta que queremos, ¡Sólo nos resta llevarlo a la realidad! Esto consta de 3 pasos internos que resultan básicos para la correcta realización de la huerta.
Este es el último paso para poder llevar adelante nuestra huerta. Luego que ya tenemos diseñada la huerta que queremos, ¡Sólo nos resta llevarlo a la realidad! Esto consta de 3 pasos internos que resultan básicos para la correcta realización de la huerta.
Este es el último paso para poder llevar adelante nuestra huerta. Luego que ya tenemos diseñada la huerta que queremos, ¡Sólo nos resta llevarlo a la realidad! Esto consta de 3 pasos internos que resultan básicos para la correcta realización de la huerta.
Este es el último paso para poder llevar adelante nuestra huerta. Luego que ya tenemos diseñada la huerta que queremos, ¡Sólo nos resta llevarlo a la realidad! Esto consta de 3 pasos internos que resultan básicos para la correcta realización de la huerta.
4° Paso, la acción
Con la huerta planificada y diseñada, llega el momento de pasar a la acción en el terreno y lo haremos en tres etapas: primero delimitaremos la huerta, luego prepararemos los canteros y por último sembraremos.
Para que el terreno se transforme en una huerta debemos, ante todo, instalar un cerco que delimite su superficie y que impida la entrada de animales. Este cerco también nos puede servir de apoyo para algunas plantas que necesitan algo fuerte donde treparse o sostenerse, como es el caso de las arvejas o los tomates.
Una vez delimitada la huerta procederemos a la preparación de los canteros. En este momento, todas las herramientas deben estar a mano.
Esto es lo que haremos:
1 Limpiaremos el terreno, quitando los yuyos con la azada y retirando los cascotes y los vidrios (siempre usando guantes).
2 Marcaremos los canteros que diseñamos previamente con estaca e hilo. El ancho máximo será de 1.20m y de los pasillos entre 30 y 40cm.
3 Con la pala de punta, haremos una zanja de 30cm. de ancho y 30cm. de profundidad.
4 Colocamos la tierra de la zanja en la cabecera del cantero.
5 Con la pala de punta, hacemos cortes de aproximadamente 5cm. de panes enteros de tierra, sin dar vuelta el pan, y los colocamos en la zanja anterior. De esta forma trabajamos todo el largo del cantero.
6 Desmenuzamos los terrones grandes de tierra con la azada.
7 Por último, rastrillamos para dejar la superficie pareja y nivelada.
El resultado que deseamos obtener con todo este trabajo es un terreno de consistencia esponjosa y mullida (blando, desagregado). Estas características deben conservarse siempre.
Ya con la tierra trabajada, el siguiente paso es la siembra. De la cual existen principalmente dos tipos: la siembra directa y la siembra en almácigos.
La siembra directa, a su vez, tiene varios subtipos:
● “a golpe”: se siembran grupos de 3 a 5 semillas, ya que algunas pueden no germinar. La distancia de siembra depende de cada especie.
● “en línea” o “a chorillo”: se marcan líneas o surcos donde se sembrarán;
● “al voleo”: consiste en esparcir las semillas de manera uniforme en una superficie.
Utilizaremos la siembra directa para las semillas grandes, fáciles de manejar y fuertes para germinar (zapallo, zapallito, melón, maíz, poroto, sandía). También requieren de este tipo de siembra aquellas especies que no toleran el trasplante (zanahoria, perejil, rabanito, radicheta, espinaca, remolacha, etc).
Sobre la tierra preparada, aplicamos un poco de compost maduro y luego se colocan las semillas en la manera apropiada. La profundidad de siembra es tres veces el tamaño de la semilla. Cubrimos las semillas con más compost y presionamos apenas. Luego, regamos con una lluvia fina.
Algunas hortalizas tienen semillas chicas y son más delicadas. Por eso, las sembramos en un espacio pequeño que llamamos almácigo.
Para preparar los almácigos, podemos utilizar cajas de madera (de verdulería), latas, envases de telgopor o plástico, hueveras de cartón corrugado, plugs o bandejas plásticas, moldes de maceta preparados con papel de diario, etc. Es importante realizar cortes en el fondo del envase para permitir el drenaje.
Dentro del envase que hayamos elegido debemos colocar la tierra enriquecida con compost orgánico (tierra fértil). Esta tierra debe ser tan fina como sea posible. Colocamos las semillas (2 ó 3) dentro de cada almácigo y los regamos. El riego debe ser cuidadoso, a modo de goteo o de lluvia. Los almácigos deben estar en un lugar que no estén expuestos a corrientes de aire ni al sol directo.
Cuando las plantas tengan 3 ó 4 hojas (en el caso de la lechuga, el repollo, la acelga, el coliflor, etc.) o cuando el tallo llega al grosor de un lápiz (tomate, berenjena, puerros, pimientos, cebolla), los plantines están listos para ser trasplantados.
El transplante debe hacerse con sumo cuidado para no lastimar las raíces. Puede hacerse moviendo el plantín con toda la tierra que había en el almácigo (si se hace en vasitos) o (si, por ejemplo, se elige hacerlo en un cajón de madera) abriendo un agujero alrededor de la planta con un cuchillo de cocina o con una lapicera en desuso y levantando el plantín con la mano. En el traslado, debemos evitar que se desprenda la tierra de las raíces.
En el lugar en el que van a ubicarse los plantines, se preparan pequeños hoyos (con una profundidad necesaria para que se pueda colocar el plantín y su raíz). La distancia entre los plantines dependerá de la planta y el espacio que necesite para desarrollarse.
Una vez hecho el pase, se termina de tapar con abono compuesto o tierra enriquecida con compost orgánico. Con ambas manos se presiona la tierra junto a la planta, para que quede firme, y se riega alrededor de las plantitas.
Una vez que las semillas están en su lugar, ya sea en el cantero o en los almácigos, el siguiente paso será cubrir la tierra con lo que se llama “mantillo” (puede ser pasto cortado, paja o chips de madera). Esto es fundamental para mantener las características de la tierra que logramos en un principio.
El mantillo es muy importante porque:
● Protege al suelo del impacto de las gotas de lluvia o riego y de la exposición directa a las ráfagas de aire, evitando que ambos efectos, combinados, apelmacen el suelo y formen una costra superficial que impide la vida subterránea.
● Mantiene la humedad al reducir la pérdida de agua por evaporación.
● Después de un tiempo se va incorporando a la tierra, funcionando como abono natural.
● Impide el crecimiento de malezas, lo que disminuye la necesidad de carpir.
Así como el agua es un factor fundamental para nuestra vida, para el desarrollo de nuestras plantas va a ser imprescindible el riego. Si el agua no es suficiente, las plantas no se desarrollan normalmente y la producción es menor; las hojas se ponen duras y puede ocurrir que las plantas semillen antes de tiempo. Pero también hay que tener cuidado con el exceso de humedad, ya que puede favorecer la aparición de enfermedades y los productos obtenidos serán de mala calidad, menos nutritivos y de mal gusto.
Una cantidad de 3 a 5 litros de agua por metro cuadradro será suficiente para un desarrollo óptimo. También es de utilidad observar a diario la humedad de la tierra y evitar hacer charcos en el momento del riego. En verano debemos regar todos los días, por la tarde; en invierno no hace falta regar tan seguido, y es conveniente hacerlo al mediodía para que las heladas no dañen a las plantas.
¡Ahora sí! Ya tenemos todo lo que necesitamos para lograr nuestro proyecto. Sólo necesitamos paciencia, disciplina en el cuidado y mucho cariño para darle a nuestras plantas…¡Al fin y al cabo ellas nos alimentarán a nosotros después!